¡Son cabos, no cuerdas!
El señor Alfa acababa de aterrizar en su nueva oficina. Las vistas sobre el puerto de la ciudad le ofrecían una perspectiva desconocida sobre un negocio al que había dedicado una vida entera.
El paso de gestionar la comercialización a dirigir el marketing y la comunicación de la compañía, le había comportado un cambio de ubicación y un desafío que con toda seguridad superaba sus conocimientos técnicos en la materia.
El reto no era menor: modernizar la visión comercial de la compañía, orientándola al cliente, bajo un enfoque de marketing. El sector lo merecía. En los últimos años, el crecimiento y equiparación en la calidad de los servicios de los oferentes había propiciado una batalla por el precio como argumento central, que había llegado a deteriorar de forma grave los márgenes.
La tarea que se vislumbraba en el horizonte se le antojaba inasumible sin contar con ayuda externa. Una investigación de mercados, catálogos, presentaciones, una nueva página web, redes sociales…
Pero el problema era la escasez de tiempo; trabajar con un equipo externo llevaba implícito un período de aprendizaje sobre las características de éste, que podía suponer meses de demora hasta que su productividad adquiriese velocidad de crucero y, por desgracia, era algo que no se podía permitir.
Tenía aun fresca en la memoria, la vez en que la compañía encargó una campaña publicitaria a una conocida agencia local y les habían presentado una propuesta que parecía un anuncio de cervezas. Hubo que trabajar mucho para que entendieran lo que querían, las necesidades, perfiles y cualidades de los destinatarios, la terminología, los factores clave de éxito… Nunca estuvieron muy seguros de que los resultados estuvieran acordes con lo que reclamaba la ocasión. Entendía que hablar con un neófito de feeder o transbordos, de Incoterms FAS o FOB, de un Freight Forwarder o un Consignee requería una formación previa, pero era necesario entender esos términos para que la ayuda fuese realmente valiosa.
Ypsilon, su asistente, entró en el despacho con el correo del día. Enseguida llamó su atención un paquete de tamaño ligeramente mayor que una cámara fotográfica. Impulsado por la curiosidad, rasgó con impaciencia el embalaje. Un bote de hojalata con una vistosa etiqueta que rezaba: Eyepop, una ingesta gratuita de ideas. Desde la etiqueta, un fornido marino deglutía un grumo de espinacas, muy creativo, pensó. Dio cuidadosamente la vuelta al bote y pudo leer unas palabras que le sonaron a música celestial: “Agencia de comunicación, publicidad y marketing especializada en el sector del shipping”.
Alfa descolgó el teléfono y marcó sobre el teclado: +34 977 215 412.