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God Shave The Queen!

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Siempre me ha impresionado la facilidad que tienen algunas empresas para zanjar de un plumazo sus estrategias y campañas de marketing y publicidad cuando recalan en un nuevo país: Lo mismo pero traducido. Sin más.

 

Muchas veces me viene a la memoria la anécdota que explicaba Mr. Jairo, mi profesor de inglés de bachillerato, para que nos diésemos cuenta de la importancia de una letra en el significado de una frase. El escritor aragonés Ramón J. Sender revisaba una reedición de su novela Mr. Witt en el Cantón, escrita cuando aún no tenía dominio del inglés. Sender se percató de que había una letra de más en el título del himno de Inglaterra, que había transcrito como God Shave the King (Dios Afeite al Rey) en la primera edición del libro. Este hecho llegó a oídos del mismo Rey de Inglaterra que, decía Mr. Jairo, rió mucho con la metedura de h.

 

Esta pequeña errata, aparentemente sin importancia, habla de los peligros de traducir tanto textos o estrategias sin reparar en los giros del idioma, los condicionantes específicos o la idiosincrasia de los mercados.

 

¿Alguien se atrevería a enfocar una campaña publicitaria de productos femeninos, de la misma forma en un país islámico que en uno europeo?

 

La comercialización de cualquier producto o servicio exige el conocimiento detallado del mercado objetivo y, por tanto, el análisis de los perfiles, necesidades, hábitos, creencias u opiniones de los clientes potenciales. Este es esencialmente el motivo de que las empresas inteligentes se apoyen en agencias locales. No hacerlo, supone un riesgo que puede costar mucho tiempo y dinero.

 

Hoy por hoy todos somos usuarios potenciales de cualquier teléfono, café, prenda de vestir o perfume, pero por fortuna, la globalización todavía no ha llegado a los rasgos culturales más específicos.